No es un libro de viajes pero en el vaivén de sus páginas va uno recorriendo medio mundo subido a la historia de una familia casi perfecta que por querer más se da de bruces con ese momento en el que el menos se vuelve cero. El amor se hace mentira y lo peor es que lo hace casi de forma inconsciente, como si alguien moviese unos hilos que nadie sabe de dónde salen. Pero salen de uno y no hay manera de esquivar la responsabilidad por mucho que se maquille de destino.
"Fingir es lo que te conduce a ser malo, pues entonces, ¿quién podría ayudarte? ¿Sabría alguien quién eres? Tú mismo acabarías por no conocerte.", escribe el autor. Y empieza así un periplo donde el mar, los barcos y las tormentas no son más que una metáfora del camino hacia la imagen de nosotros mismos que no conocemos ni queremos conocer... hasta que vemos el panorama negro por completo.
Y sí, hay salida, porque "Uno debe ver que va a perderlo todo, antes de que todo se le entregue" y "Nada despierta más a un vivo que su propia muerte."
En su cuarta novela, Jaime Royo-Villanova vira hacia una narrativa menos canalla y más reflexiva, pero sin caer en la profundidad superflua de los que lanzan citas a modo de dardos para dar en la diana de las listas de los más vendidos. Una lectura sencilla sobre algo tan complejo sobre la verdad, sin aspavientos existenciales, donde la moraleja la pone el que se lanza al "Gran Océano" de querer (o no) ponerse frente a sí mismo.
Noelia Jiménez
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