Michael Ryan, autor de La libertad última, desvela los motivos que le llevaron a escribir una novela sobre Viktor Frankl
Años después de su muerte, y décadas después de que su increíble historia fuera contada, me he convertido, sin saber cómo, en el publicista de Viktor Frankl.
Por supuesto, no soy el único. Hay cientos de miles, sino millones de gente como yo. Cualquier persona que haya leído su El hombre en busca de sentido, y lo ha entendido a “nivel del alma”, se convierte automáticamente en portavoz del Dr. Frankl y de sus importantes y hermosas enseñanzas. Le hablamos a la gente de Viktor Frankl. Compramos ejemplares de su libro y los regalamos.
De hecho, fue otro discípulo de Dr. Frankl en Estados Unidos quien me contó su historia. Hasta me mandó el libro por correo, a pesar de que éramos casi desconocidos.
A pesar de que nunca tuve el privilegio de conocerlo en persona, Frankl se ha convertido en una parte importante de mi vida. Como periodista que siempre había querido escribir un libro, decidí inmediatamente que quería recontar la impresionante historia del Dr. Frankl. Pero, y sobre todo después conocer y entrevistar a la familia Frankl en Viena, pasó a ser mucho más que narrativa para mí.
Se convirtió en parte de mí.
Me cambió la vida.
Me hizo estar más agradecido por cada día y cada momento. Me ayudó a hacer frente a las dificultades de la vida, que suelen ser mucho menores de lo que nos parecen. Me hizo entender que la vida espera ciertas cosas de mí, y que lo que yo esperé de la vida es secundario.
Creo que soy mejor marido, padre, amigo y empleado. Creo que hasta soy mejor amo de mi perro. Tengo una visión más clara y global de las cosas… de la vida. Y he compartido la Magia Frankl con todos los que han estado dispuestos a escuchar.
En casi todas las ocasiones, no es que la gente estuviera simplemente dispuesta a escuchar, sino que estaba ansiosa y con los ojos como platos.
Una vez le pregunté al autor bestseller y colega frankleiano Harold Kushner, autor de When Bad Things Happen to Good People (Cuando cosas malas pasan a buenas personas), cómo podíamos hacer la logoterapia más accesible a la gente. “¡Cuéntaselo al mundo!” casi exigió.
Y eso es lo que estoy hacienda.
Al principio de mi aventura, antes de escribir mi libro, di varias conferencias sobre Viktor Frankl. Imagino que los editores de El hombre en busca de sentido se estarían preguntando qué estaba pasando. Por qué, de buenas a primeras, tanta gente de mi ciudad estaba comprando el libro. De hecho, yo mismo compré bastantes ejemplares para poder regalarlos.
Ahora, por increíble que parezca, la gente está haciendo lo mismo con mi novela, La libertad última. Después de autopublicar unos mil ejemplares, me enteré que mucha gente estaba comprando más ejemplares para regalarlos a amigos y familiares, a gente que está sufriendo, a gente joven que necesita encontrar sentido en sus vidas. Algunas personas compraron ejemplares sin saber a quién se los iban a regular; simplemente porque sabían que conocerían a gente que necesitaría el mensaje de Frankl.
Hay gente que me ha dicho que se han quedado toda la noche leyendo La libertad última. Han llorado y reído. Que han recibido una nueva perspectiva de sus propias vidas y su propio sufrimiento. Un hombre me dijo que desearía haber cogido el libro en vez de una pistola. Sobrevivió a un intento de suicidio y ahora que ha leído La libertad última, dice que le ha cambiado su vida.
¡Así que tenemos que contárselo al mundo!
Eso es lo que hace un buen publicista, ¿no?
Ver la ficha de La libertad última
Book trailer de La libertad última